7 nov 2016

Madera de Campeones. Comunidades Forestales del Estado de México

EL BOSQUE ES DE QUIEN LO TRABAJA

Un Fantasma recorre los bosques, o mejor dicho tres: los fantasmas de la veda, el cultivo y la ganadería. Las tres situaciones asestaron el contexto que deterioró el suelo forestal en el Estado de México. La restricción para sacar la madera, la consecuente proliferación de la tala ilegal y el recambio del suelo boscoso a terreno de siembre casi acaban con el bosque. Sin embargo, algunos momentos decisivos y el esfuerzo de un grupo de expertos han comenzado a revertir la situación.

El gran triunfo social del siglo pasado, culpable del deterioro forestal de hoy. Sin duda, la mayor herencia para el pueblo mexicano la aportó la Revolución. La justicia llegó a los hogares de millones y se cumplió la máxima zapatista: la tierra pasó a ser propiedad de quien la trabajaba. Hoy, 106 años después, el beneficio sigue patente.
Sin embargo, los ideales revolucionarios olvidaron un actor en el reparto de justicia: el bosque, el de todo el país, esas extensas masas de árboles y plantas donde habita una parte significativa de la biodiversidad del planeta.

Se olvidaron de que el bosque había llegado antes que los latifundios y la Revolución y la necesidad de sembrar comestibles. Se omitió el hecho de que en las vastas áreas que se repartieron existía un hábitat que se debe tratar de forma distinta a las parcelas de maíz o frijol, pero que igualmente puede cosecharse y dar de comer si se le trata adecuadamente. Se olvidaron que, también, el bosque es de quien lo trabaja.

Esa reconversión de tierras forestales en terrenos de cultivo, junto con el desarrollo de la industria minera y de la construcción, que demandaron inmensas cantidades de madera, fue el inicio de un proceso que no ha terminado de repararse y ha impedido que el país, uno de los que goza con mayor riqueza forestal del planeta, no haya alcanzado aún todo su potencial en este recurso natural.


U.E. Emiliano Zapata, Amanalco
Bosque y agua

Enclavado en la sierra del Nevado de Toluca, a 2 mil 320 metros sobre el nivel del mar, el municipio de Amanalco es bosque y agua. De las 22 mil hectáreas que conforman su territorio la mitad son forestales y su superficie, con dos ríos, 24 manantiales y 13 arroyos, contribuye a conformar la cuenca que provee el 40 por ciento del agua del Sistema Cutzamala.

Árboles de pino, del tipo pseudostrobus, y de oyamel, abies religiosa, que son nativos del lugar, se levantan a lo largo de 11 mil hectáreas entre cerros, cañadas, quebradas y barrancas, consumiendo miles de toneladas de dióxido de carbono y convirtiéndolas en oxígeno, además de ayudar a capturar el agua de las intensas lluvias que se dan en la zona.

La densidad boscosa permite la existencia de distintas especies de animales, como son: venado, coyote, ardilla de campo y de monte, tejón, tlacuache, víbora de cascabel, culebra de agua, rana, águila real, codorniz, paloma silvestre, búho y tecolote, entre otras.

En este rico entorno natural y una vez terminada la veda en 1995, la Unión de Ejidos recomenzó con su esfuerzo por sacarle provecho al bosque y, ahora, el viento soplaba a su favor, pues la antigua Protimbos había dejado de existir cinco años atrás y había sido sustituida por Probosque, cuyo objetivo ya no era explotar la madera sino procurar la conservación y el desarrollo de los recursos forestales.

Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México.

Capítulo 1 Raíces, capítulo 2, Retoños texto: Hugo Corzo Zanabria.

Marco Castro Photo 2016 All rigths reserved



























Ejido Palo Seco, Coatepec Harinas
La Redención

Árboles tan altos como encimar cinco Atlantes de Tula se alzan sobre este bosque mexiquense que besa las faldas del Nevado de Toluca. Su follaje impide que los rayos del sol de las 10 de la mañana penetren y toquen tierra. Uno tras otro, esparcidos por este amplio terreno, forman una barrera que atajan. El diámetro de sus troncos no puede ser abarcado ni por el abrazo de tres hombres.

Desde la vista aérea se aprecia la gran mancha verde, que contrasta con el gris de las urbes, que reina en el mapa. Coatepec Harinas es el municipio dueño de esa riqueza natural. Los inmensos árboles que custodian los caminos que llevan a esta localidad exhiben una amplia gama de verdes donde difícilmente se repite un tono. 

Esta rica y desarrollada zona natural, sin embargo, no siempre lució así. Hace no mucho, los bosques de los 11 ejidos que conforman Coatepec Harinas fueron un apetitoso aperitivo para la tala ilegal. Los montes padecieron una especie de calvicie forestal por ese modo de subsistencia clandestino que, paradójicamente, estaba acabando poco a poco con la fuente de su sustento.

Pero como en todo inicio de una historia, algo pasó que rompió esa dinámica y, para fortuna de todos, se recuperó el equilibrio. Hoy, todo está en balance. 

Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México.

Capítulo 2 Retoños, texto: Valentín Navarro.





















B. C. San Jerónimo Zacapexco, Villa del Carbón.
Los mano negra

Apenas llegar, uno recuerda su famosa barbacoa, truchas y pulque, y vienen a la mente todas las recomendaciones sobre comprar calzado o chamarras de piel, pues su tradición peletera le precede. Pero más allá de las variedades tradicionales del Pueblo Mágico de Villa de Carbón, hay algo más profundo y más antiguo que las calles empedradas y la tradición. Un cinturón de cedros, capulines, pinos y madroños, principalmente, que hoy rebosan y han ganado incluso terreno al de cultivo, pues de unos años –25, para ser exactos– aprendieron que su bosque es tan o más redituable que la mejor de las peleterías de la cabecera municipal.

Los originales pobladores de este municipio le sacaron a la Conquista española, literalmente, raja puesto que de ellos aprendieron la actividad económica que les da nombre: la generación de carbón vegetal con los árboles. Aquí, tener las manos negras por manejar las piezas ahumadas de madera en su trasiego del horno a los costales es símbolo de orgullo. Más ahora, cuando las nuevas generaciones aprenden cada vez más que conservar su bosque no es dejarlo intocado –aunque tampoco sobreexplotarlo como hacían los talamontes clandestinos que lo azotaron–, sino que cortarlo y quemarlo, estratégicamente y con tecnificación de primera, permite reforestarlo a una tasa más acelerada de lo que crecería el bosque por sí solo. Y en medio, el rédito que no veían con otras actividades. 

Pero para llegar a eso tuvieron que pasar años en los que ocurrió de todo antes de reconciliar a sus pobladores con el bosque; desde la veda forestal nacional que impidió aprovechar los bosques (debido a la devastación que padecieron por el avance de las tierras de cultivo) hasta la indiferencia por la tala desmedida e ilegal de los años recientes. Y la comunión de los núcleos ejidales con sus bosques vino con la aparición de la Protectora de Bosques del Estado de México (Probosque), quien les ofreció enseñarles no sólo a cuidar de los árboles, sino a comer de ellos.

Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México.
Capítulo 2 Retoños, texto: Hugo Corzo Zanabria.



















B. C. Santiago Tlazala
A pasos agigantados

Hace poco más de 20 años, día a día, en el ejido de Tlazala, caminaban hacia al monte 500 hombres con hacha al hombro y un solo cometido en mente: talar los árboles más ‘tiernitos’ para subsistir. No había algo o alguien que detuviera esa tala excesiva.

Sin plan alguno para cuidar sus montes, ubicados en el municipio mexiquense de Isidro Fabela, a diario, entre dos mil y dos mil 500 árboles jóvenes tenían como destino final ser una mesa o un ropero; los más viejos eran desairados y a la postre desechados.

Cientos de meses después, para ser precisos, en 2006, esta comunidad dio un paso importante. Aceptó la ayuda de un ente gubernamental, como lo es Probosque, y gracias a un saneamiento de su bosque obtuvieron ganancias por la vía legal.

Tuvieron que pasar por diversas etapas, que algún momento se vieron estancadas, pero al final encendieron la mecha de un proceso que pretende darle una cara diferente a Tlazala.

Previo a ello, los bosques de esa zona acusaron una sobreexplotación, con la justificación de que era parte de los usos y costumbres arraigados en esta comunidad.

Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México.
Capítulo 2 Retoños, texto: Valentín Navarro.




















El tiempo de los Árboles
B.C. Calimaya

A partir de octubre de 2013, también por decreto presidencial, la zona del Nevado de Toluca dejó de ser Parque Nacional y se estableció como Área de Protección de Flora y Fauna, lo que permite obtener aprovechamientos de las zonas forestales. Este cambio de denominación resultaba necesario porque al estar prohibido el derribo de árboles o la extracción de aquellos que morían o caían por causas naturales, el bosque se había enfermado, ya que la manera silvestre en la que crece su vegetación no siempre propicia las mejores condiciones para su desarrollo.

Con la recategorización, los comuneros se pusieron a trabajar con el apoyo de Probosque, que vía distintos programas los provee de recursos para que puedan cuidar de la zona forestal. Lo primero que comenzaron a hacer fue pedirle a los técnicos que les indicaran las áreas donde debían reforestar, aquellas en las que se tenían que realizar aclareos, es decir, derribo de árboles para disminuir la densidad arbórea, así como también dónde se requería de hacer un saneamiento.

Además de lo anterior continuaron operando su brigada contra incendios, conformada por una treintena de personas y que en 2015 y 2016 fue reconocida como uno de los equipos más eficaces para prevenir y combatir este problema, tan solo en último año atendieron 64 conatos de incendio que fueron sofocados antes de que pudieran propagarse.

Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México.

Capítulo. Retoños, Productores de Agua, texto: Hugo Corzo Zanabria.















El Bosque que regresó al Pueblo
Tlalmanalco.
Tlalmanalco, un municipio mexiquense con más de 6 mil hectáreas de bosque, por años no pudo ser explotado por sus habitantes, la concesión otorgada a una empresa los limitó. Casi 100 años después la posibilidad de explotar lo que les pertenecía volvió.
Tras conversaciones con entidades gubernamentales, optaron por hacer un uso consciente y coordinado de su bosque. Gracias a ello tienen un parque ecoturístico de renombre, el cual brinda mayores recursos a la comunidad; además de los aprovechamientos forestales.
Los casi 100 años
Una construcción muy añeja yace sobre Tlalmanalco, es la extinta fábrica de la papelera San Rafael que se estableció en 1884. Durante décadas los dueños mantuvieron en su poder los bosques de este municipio. Tuvieron una gran visión y se dieron cuenta de lo que les aportaría la zona. Basta cantidad de madera y gran volumen de agua, por su ubicación bajo el Iztaccíhuatl.
A través de una concesión, los dueños acordaron con los tlalmanalquenses explotar los cerros por un siglo, a cambio de una comisión. Esto provocó el ascenso de la empresa como la mayor productora de papel a nivel nacional.
Vestigios del paso de esta empresa aún son apreciables, las antiguas casas donde vivían sus trabajadores, todas igual: a dos aguas, techo de teja y con el acceso de un coche. Mismos metros, misma distribución.
Cualquier viejo sabio de la zona que rememore un poco de la historia de la localidad, citará siempre a la fábrica San Rafael. Pero en la época de los 90, los residentes de la comunidad optaron por ponerle fin a la concesión. Por fin pudieron hacer uso de los que les pertenecía, sin intermediarios para obtener un mínimo ingreso.
Fue por esos mismos días cuando se tomó la decisión de sacarle provecho a la riqueza natural de más de 6 mil hectáreas de bosque. Con recursos de los aprovechamientos forestales arrancó lo que hoy pretenden consolidar como empresa: el parque ecoturístico Dos Aguas.
Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México.
Capítulo. Retoños, Productores de Agua, texto: Valentín Navarro


















Santiago Tlacotepec, devolver vida al bosque

Con una mano saca con rapidez la tierra que quedó en el fondo del pequeño hoyo, con la otra toma de una bolsa de ayate una planta y la coloca en el centro del agujero mientras devuelve parte de la tierra escarbada hasta cubrir la raíz. Cierra la mano derecha y con los nudillos golpea la tierra con firmeza para evitar que quede aire atrapado; le da forma de cuenco para propiciar la concentración de agua de lluvia. Lo que será un nuevo pino ha quedado plantado y Gabriela Rojas se incorpora para avanzar hacia el siguiente hoyo y repetir el procedimiento.

La brigada de reforestación a la que pertenece Gabriela, conformada por 26 personas, avanza en el paraje La Tira, en el cerro de la comunidad de Santiago Tlacotepec. Los puntos donde serán colocadas las plantas han sido previamente marcados, debe haber tres metros de distancia entre uno y otro para que los futuros árboles no tengan problemas de espacio y no compitan por el agua y la luz solar. Imaginada desde el aire, la hectárea en la que trabaja la brigada es una enorme retícula con mil 100 marcas sobre la que, en algunos años, habrá un frondoso bosque de pinos.

Un grupo de nueve hombres va a la vanguardia y con azadones horada en las marcas, tres o cuatro golpes les bastan para hacer un hoyo de unos veinte centímetros, detrás vienen 17 mujeres cargando las bolsas de ayate llenas de plantas. Ellas traen la cabeza cubierta con gorras o sobreros, se han colocado paliacates alrededor del cuello y todas usan manga larga para protegerse de los rayos del sol. Con guantes recubren sus manos, las cuales mueven con habilidad para escarbar, colocar la planta y apisonar la tierra. Cada tres metros se arrodillan, plantan y se vuelven a erguir. Se apresuran, tienen la meta de plantar una hectárea en cada jornada de trabajo. 

Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México.
Capítulo. Retoños, texto: Hugo Corzo Zanabria.

















En busca del ecoturismo
San Pablo Ixayoc.

Cuidar y procurar el bosque puede traer grandes beneficios no sólo por aprovechar la madera o por el oxígeno que provee al atrapar dióxido de carbono. Un proceso tan complejo como el ciclo del agua también tiene que ver con los beneficios de los bosques, y para mantener en óptimo equilibrio éste, los ejidatarios de San Pablo Izayoc reciben un aliciente que los motiva a estar pendientes de sus árboles.

La acumulación de agua en el subsuelo, que provee a los habitantes de esta zona, ha sido el principal incentivo para que estos comuneros aceptaran una propuesta que modificó su forma de vida y, con ello, sus fuentes de ingreso.

Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México
Capítulo 2 Retoños, texto: Valentín Navarro.













Los hombres de rojos.
San juan Atezcapán

Sí, ¡qué difícil es trabajar en equipo! Pero no imposible para la brigada de San Juan Atezcapan. Solo 10 hombres llevan una década previniendo incendios, y cuando las llamas aparecen, su experiencia y organización, son las mejores armas contra este tipo de desastre natural.

Por primera vez en su historia, una mujer es quien dirige a estos guerreros. Es el presidente del Comisariado de los Bienes Comunales del pueblo, quien responde al nombre de Mariela Estrada Estrada.

Asegura que tomaron conciencia de la importancia de su predio, cuando la Protectora de Bosques del Estado de México, (PROBOSQUE), se acercó hace 10 años a la administración de sus antecesores, para ofrecer el programa de Pago por Servicios Ambientales Hidrológicos: mil 500 pesos por hectárea.

Entonces comprendieron que eran acreedores a este apoyo económico, porque su bosque, al igual que otros, se suma a la producción de oxígeno, conservación del suelo y recuperación de la flora y fauna de la región.

Sin embargo, se dan cuenta que la madera de su bosque no tiene la calidad que caracteriza a la de otros predios. Entonces surge la necesidad de recuperar, fortalecer y proteger a sus árboles, con la intención de obtener a futuro, un mejor recurso maderable. De esta manera, queda formalmente creada la brigada.  

Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México
Capítulo 2 Retoños, texto: Jimena González















San Pedro del Rincón, Villa Victoria.
El Monte sin incendios

En San Pedro del Rincón, perteneciente al municipio de Villa Victoria, el bosque duró años abandonado; la tala clandestina fue el principal factor que contribuyó para ir acabando con los árboles, pero también fue el motivo por el cual se organizó el trabajo en equipo de sus 162 ejidatarios, quienes, al sentir la pérdida de sus gigantes, comenzaron a combatir a los depredadores y a tomar consciencia sobre la importancia de reforestar.

Una tarea que se vienen haciendo desde la década de los 40; a través de estos años, sus mil 384 hectáreas se han recuperado para lograr pinos montezumae y espátula que llegan a medir hasta 40 metros de altura, con un diámetro superior al metro.

Pero no todo fue miel sobre hojuelas, cuando los ejidatarios se dieron cuenta de que su bosque estaba desapareciendo, tuvieron que ponerse la camiseta de protectores y con sus propios recursos económicos iniciaron a reforestar.

En épocas pasadas no existían apoyos estatales ni federales como los que ahora se otorgan. Entonces la mano de obra y el transporte para el traslado de los jornaleros y los árboles, salió de sus propios bolsillos y, en ocasiones, no había pago para la realización de las faenas que duran dos días. Sin embargo, la gente se entregaba al trabajo para recuperar su área verde.

Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México

Capítulo 2 Retoños, texto: Jimena González.