EL BOSQUE ES DE
QUIEN LO TRABAJA
Un Fantasma recorre los bosques, o
mejor dicho tres: los fantasmas de la veda, el cultivo y la ganadería. Las tres
situaciones asestaron el contexto que deterioró el suelo forestal en el Estado
de México. La restricción para sacar la madera, la consecuente proliferación de
la tala ilegal y el recambio del suelo boscoso a terreno de siembre casi acaban
con el bosque. Sin embargo, algunos momentos decisivos y el esfuerzo de un
grupo de expertos han comenzado a revertir la situación.
El gran triunfo
social del siglo pasado, culpable del deterioro forestal de hoy. Sin duda, la mayor herencia para el pueblo mexicano la aportó la
Revolución. La justicia llegó a los hogares de millones y se cumplió la máxima
zapatista: la tierra pasó a ser propiedad de quien la trabajaba. Hoy, 106 años
después, el beneficio sigue patente.
Sin embargo, los
ideales revolucionarios olvidaron un actor en el reparto de justicia: el
bosque, el de todo el país, esas extensas masas de árboles y plantas donde
habita una parte significativa de la biodiversidad del planeta.
Se olvidaron de
que el bosque había llegado antes que los latifundios y la Revolución y la
necesidad de sembrar comestibles. Se omitió el hecho de que en las vastas áreas
que se repartieron existía un hábitat que se debe tratar de forma distinta a
las parcelas de maíz o frijol, pero que igualmente puede cosecharse y dar de
comer si se le trata adecuadamente. Se olvidaron que, también, el bosque es de
quien lo trabaja.
Esa reconversión
de tierras forestales en terrenos de cultivo, junto con el desarrollo de la
industria minera y de la construcción, que demandaron inmensas cantidades de
madera, fue el inicio de un proceso que no ha terminado de repararse y ha
impedido que el país, uno de los que goza con mayor riqueza forestal del
planeta, no haya alcanzado aún todo su potencial en este recurso natural.
U.E. Emiliano
Zapata, Amanalco
Bosque y agua
Enclavado en la sierra del Nevado de
Toluca, a 2 mil 320 metros sobre el nivel del mar, el municipio de Amanalco es
bosque y agua. De las 22 mil hectáreas que conforman su territorio la mitad son
forestales y su superficie, con dos ríos, 24 manantiales y 13 arroyos,
contribuye a conformar la cuenca que provee el 40 por ciento del agua del
Sistema Cutzamala.
Árboles de pino, del tipo pseudostrobus,
y de oyamel, abies religiosa, que son nativos del lugar, se
levantan a lo largo de 11 mil hectáreas entre cerros, cañadas, quebradas y
barrancas, consumiendo miles de toneladas de dióxido de carbono y
convirtiéndolas en oxígeno, además de ayudar a capturar el agua de las intensas
lluvias que se dan en la zona.
La densidad boscosa permite la
existencia de distintas especies de animales, como son: venado, coyote,
ardilla de campo y de monte, tejón, tlacuache, víbora de cascabel, culebra de
agua, rana, águila real, codorniz, paloma silvestre, búho y tecolote, entre
otras.
En este rico entorno natural y una
vez terminada la veda en 1995, la Unión de Ejidos recomenzó con su esfuerzo por
sacarle provecho al bosque y, ahora, el viento soplaba a su favor, pues la
antigua Protimbos había dejado de existir cinco años atrás y había sido
sustituida por Probosque, cuyo objetivo ya no era explotar la madera sino
procurar la conservación y el desarrollo de los recursos forestales.
Extracto del
libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México.
Capítulo 1 Raíces, capítulo 2, Retoños texto: Hugo Corzo Zanabria.
Marco Castro Photo 2016 All rigths reserved
Ejido Palo Seco, Coatepec Harinas
La Redención
Árboles tan altos como encimar
cinco Atlantes de Tula se alzan sobre este bosque mexiquense que besa las
faldas del Nevado de Toluca. Su follaje impide que los rayos del sol de las 10
de la mañana penetren y toquen tierra. Uno tras otro, esparcidos por este
amplio terreno, forman una barrera que atajan. El diámetro de sus troncos no
puede ser abarcado ni por el abrazo de tres hombres.
Desde la vista aérea se aprecia
la gran mancha verde, que contrasta con el gris de las urbes, que reina en el
mapa. Coatepec Harinas es el municipio dueño de esa riqueza natural. Los
inmensos árboles que custodian los caminos que llevan a esta localidad exhiben
una amplia gama de verdes donde difícilmente se repite un tono.
Esta rica y desarrollada zona
natural, sin embargo, no siempre lució así. Hace no mucho, los bosques de los
11 ejidos que conforman Coatepec Harinas fueron un apetitoso aperitivo para la
tala ilegal. Los montes padecieron una especie de calvicie forestal por ese
modo de subsistencia clandestino que, paradójicamente, estaba acabando poco a
poco con la fuente de su sustento.
Pero como en todo inicio de una
historia, algo pasó que rompió esa dinámica y, para fortuna de todos, se
recuperó el equilibrio. Hoy, todo está en balance.
Extracto del libro Madera de
Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México.
Capítulo 2 Retoños, texto:
Valentín Navarro.
B. C. San Jerónimo Zacapexco, Villa del Carbón.
Los mano negra
Apenas llegar, uno recuerda
su famosa barbacoa, truchas y pulque, y vienen a la mente todas las
recomendaciones sobre comprar calzado o chamarras de piel, pues su tradición
peletera le precede. Pero más allá de las variedades tradicionales del Pueblo
Mágico de Villa de Carbón, hay algo más profundo y más antiguo que las calles
empedradas y la tradición. Un cinturón de cedros, capulines, pinos y madroños,
principalmente, que hoy rebosan y han ganado incluso terreno al de cultivo,
pues de unos años –25, para ser exactos– aprendieron que su bosque es tan o más
redituable que la mejor de las peleterías de la cabecera municipal.
Los originales pobladores de
este municipio le sacaron a la Conquista española, literalmente, raja puesto
que de ellos aprendieron la actividad económica que les da nombre: la
generación de carbón vegetal con los árboles. Aquí, tener las manos negras por
manejar las piezas ahumadas de madera en su trasiego del horno a los costales
es símbolo de orgullo. Más ahora, cuando las nuevas generaciones aprenden cada
vez más que conservar su bosque no es dejarlo intocado –aunque tampoco
sobreexplotarlo como hacían los talamontes clandestinos que lo azotaron–, sino
que cortarlo y quemarlo, estratégicamente y con tecnificación de primera,
permite reforestarlo a una tasa más acelerada de lo que crecería el bosque por
sí solo. Y en medio, el rédito que no veían con otras actividades.
Pero para llegar a eso
tuvieron que pasar años en los que ocurrió de todo antes de reconciliar a sus
pobladores con el bosque; desde la veda forestal nacional que impidió aprovechar
los bosques (debido a la devastación que padecieron por el avance de las
tierras de cultivo) hasta la indiferencia por la tala desmedida e ilegal de los
años recientes. Y la comunión de los núcleos ejidales con sus bosques vino con
la aparición de la Protectora de Bosques del Estado de México (Probosque),
quien les ofreció enseñarles no sólo a cuidar de los árboles, sino a comer de
ellos.
Extracto
del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México.
Capítulo 2 Retoños, texto: Hugo Corzo Zanabria.
B.
C. Santiago Tlazala
A
pasos agigantados
Hace poco más de 20
años, día a día, en el ejido de Tlazala, caminaban hacia al monte 500 hombres
con hacha al hombro y un solo cometido en mente: talar los árboles más
‘tiernitos’ para subsistir. No había algo o alguien que detuviera esa tala
excesiva.
Sin plan alguno para
cuidar sus montes, ubicados en el municipio mexiquense de Isidro Fabela, a
diario, entre dos mil y dos mil 500 árboles jóvenes tenían como destino final
ser una mesa o un ropero; los más viejos eran desairados y a la postre
desechados.
Cientos de meses
después, para ser precisos, en 2006, esta comunidad dio un paso importante.
Aceptó la ayuda de un ente gubernamental, como lo es Probosque, y gracias a un
saneamiento de su bosque obtuvieron ganancias por la vía legal.
Tuvieron que pasar por
diversas etapas, que algún momento se vieron estancadas, pero al final
encendieron la mecha de un proceso que pretende darle una cara diferente a
Tlazala.
Previo a ello, los
bosques de esa zona acusaron una sobreexplotación, con la justificación de que
era parte de los usos y costumbres arraigados en esta comunidad.
Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México.
Capítulo 2 Retoños, texto: Valentín Navarro.
B.C. Calimaya
A partir de
octubre de 2013, también por decreto presidencial, la zona del Nevado de Toluca
dejó de ser Parque Nacional y se estableció como Área de Protección de Flora y
Fauna, lo que permite obtener aprovechamientos de las zonas forestales. Este
cambio de denominación resultaba necesario porque al estar prohibido el derribo
de árboles o la extracción de aquellos que morían o caían por causas naturales,
el bosque se había enfermado, ya que la manera silvestre en la que crece su
vegetación no siempre propicia las mejores condiciones para su desarrollo.
Con la
recategorización, los comuneros se pusieron a trabajar con el apoyo de
Probosque, que vía distintos programas los provee de recursos para que puedan
cuidar de la zona forestal. Lo primero que comenzaron a hacer fue pedirle a los
técnicos que les indicaran las áreas donde debían reforestar, aquellas en las que
se tenían que realizar aclareos, es decir, derribo de árboles para disminuir la
densidad arbórea, así como también dónde se requería de hacer un saneamiento.
Además de lo
anterior continuaron operando su brigada contra incendios, conformada por una
treintena de personas y que en 2015 y 2016 fue reconocida como uno de los
equipos más eficaces para prevenir y combatir este problema, tan solo en último
año atendieron 64 conatos de incendio que fueron sofocados antes de que
pudieran propagarse.
Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del
Estado de México.
Capítulo. Retoños, Productores de Agua, texto: Hugo Corzo Zanabria.
El
Bosque que regresó al Pueblo
Tlalmanalco.
Tlalmanalco, un municipio mexiquense
con más de 6 mil hectáreas de bosque, por años no pudo ser explotado por sus
habitantes, la concesión otorgada a una empresa los limitó. Casi 100 años
después la posibilidad de explotar lo que les pertenecía volvió.
Tras conversaciones con entidades
gubernamentales, optaron por hacer un uso consciente y coordinado de su bosque.
Gracias a ello tienen un parque ecoturístico de renombre, el cual brinda
mayores recursos a la comunidad; además de los aprovechamientos forestales.
Una
construcción muy añeja yace sobre Tlalmanalco, es la extinta fábrica de la
papelera San Rafael que se estableció en 1884. Durante décadas los dueños
mantuvieron en su poder los bosques de este municipio. Tuvieron una gran visión
y se dieron cuenta de lo que les aportaría la zona. Basta cantidad de madera y
gran volumen de agua, por su ubicación bajo el Iztaccíhuatl.
A través de una concesión, los dueños
acordaron con los tlalmanalquenses explotar los cerros por un siglo, a cambio
de una comisión. Esto provocó el ascenso de la empresa como la mayor productora
de papel a nivel nacional.
Vestigios del paso de esta empresa aún
son apreciables, las antiguas casas donde vivían sus trabajadores, todas igual:
a dos aguas, techo de teja y con el acceso de un coche. Mismos metros, misma
distribución.
Cualquier viejo sabio de la zona que
rememore un poco de la historia de la localidad, citará siempre a la fábrica
San Rafael. Pero en la época de los 90, los residentes de la comunidad optaron
por ponerle fin a la concesión. Por fin pudieron hacer uso de los que les
pertenecía, sin intermediarios para obtener un mínimo ingreso.
Fue por esos mismos días cuando se tomó
la decisión de sacarle provecho a la riqueza natural de más de 6 mil hectáreas
de bosque. Con recursos de los aprovechamientos forestales arrancó lo que hoy
pretenden consolidar como empresa: el parque ecoturístico Dos Aguas.
Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México.
Santiago Tlacotepec, devolver vida al bosque
Con una mano saca con rapidez la tierra que quedó en el fondo del pequeño
hoyo, con la otra toma de una bolsa de ayate una planta y la coloca en el
centro del agujero mientras devuelve parte de la tierra escarbada hasta cubrir
la raíz. Cierra la mano derecha y con los nudillos golpea la tierra con firmeza
para evitar que quede aire atrapado; le da forma de cuenco para propiciar la
concentración de agua de lluvia. Lo que será un nuevo pino ha quedado plantado
y Gabriela Rojas se incorpora para avanzar hacia el siguiente hoyo y repetir el
procedimiento.
La brigada de reforestación a la que pertenece Gabriela, conformada por 26
personas, avanza en el paraje La Tira, en el cerro de la comunidad de Santiago
Tlacotepec. Los puntos donde serán colocadas las plantas han sido previamente
marcados, debe haber tres metros de distancia entre uno y otro para que los
futuros árboles no tengan problemas de espacio y no compitan por el agua y la
luz solar. Imaginada desde el aire, la hectárea en la que trabaja la brigada es
una enorme retícula con mil 100 marcas sobre la que, en algunos años, habrá un
frondoso bosque de pinos.
Un grupo de nueve hombres va a la vanguardia y con azadones horada en las
marcas, tres o cuatro golpes les bastan para hacer un hoyo de unos veinte centímetros,
detrás vienen 17 mujeres cargando las bolsas de ayate llenas de plantas. Ellas
traen la cabeza cubierta con gorras o sobreros, se han colocado paliacates
alrededor del cuello y todas usan manga larga para protegerse de los rayos del
sol. Con guantes recubren sus manos, las cuales mueven con habilidad para
escarbar, colocar la planta y apisonar la tierra. Cada tres metros se
arrodillan, plantan y se vuelven a erguir. Se apresuran, tienen la meta de
plantar una hectárea en cada jornada de trabajo.
Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades
Forestales del Estado de México.
Capítulo. Retoños, texto: Hugo Corzo Zanabria.
En busca del
ecoturismo
San Pablo Ixayoc.
Cuidar y procurar el bosque puede traer grandes beneficios
no sólo por aprovechar la madera o por el oxígeno que provee al atrapar dióxido
de carbono. Un proceso tan complejo como el ciclo del agua también tiene que
ver con los beneficios de los bosques, y para mantener en óptimo equilibrio
éste, los ejidatarios de San Pablo Izayoc reciben un aliciente que los motiva a
estar pendientes de sus árboles.
La acumulación de agua en el subsuelo, que provee a los
habitantes de esta zona, ha sido el principal incentivo para que estos
comuneros aceptaran una propuesta que modificó su forma de vida y, con ello,
sus fuentes de ingreso.
Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México
Capítulo 2 Retoños, texto: Valentín Navarro.
Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México
Capítulo 2 Retoños, texto: Valentín Navarro.
Los hombres de rojos.
San juan Atezcapán
Sí, ¡qué difícil es trabajar en equipo! Pero no
imposible para la brigada de San Juan Atezcapan. Solo 10 hombres llevan una
década previniendo incendios, y cuando las llamas aparecen, su experiencia y organización,
son las mejores armas contra este tipo de desastre natural.
Por primera vez en su historia, una mujer es quien
dirige a estos guerreros. Es el presidente del Comisariado de los Bienes
Comunales del pueblo, quien responde al nombre de Mariela Estrada Estrada.
Asegura que tomaron conciencia de la importancia de
su predio, cuando la Protectora de Bosques del Estado de México, (PROBOSQUE),
se acercó hace 10 años a la administración de sus antecesores, para ofrecer el
programa de Pago por Servicios Ambientales Hidrológicos: mil 500 pesos por
hectárea.
Entonces comprendieron que eran acreedores a este
apoyo económico, porque su bosque, al igual que otros, se suma a la producción
de oxígeno, conservación del suelo y recuperación de la flora y fauna de la
región.
Sin embargo, se dan cuenta que la madera de su
bosque no tiene la calidad que caracteriza a la de otros predios. Entonces
surge la necesidad de recuperar, fortalecer y proteger a sus árboles, con la
intención de obtener a futuro, un mejor recurso maderable. De esta manera,
queda formalmente creada la brigada.
Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales del Estado de México
Capítulo 2 Retoños, texto: Jimena González
San
Pedro del Rincón, Villa Victoria.
El
Monte sin incendios
En
San Pedro del Rincón, perteneciente al municipio de Villa Victoria, el bosque
duró años abandonado; la tala clandestina fue el principal factor que
contribuyó para ir acabando con los árboles, pero también fue el motivo por el
cual se organizó el trabajo en equipo de sus 162 ejidatarios, quienes, al
sentir la pérdida de sus gigantes, comenzaron a combatir a los depredadores y a
tomar consciencia sobre la importancia de reforestar.
Una
tarea que se vienen haciendo desde la década de los 40; a través de estos años,
sus mil 384 hectáreas se han recuperado para lograr pinos montezumae y espátula
que llegan a medir hasta 40 metros de altura, con un diámetro superior al metro.
Pero
no todo fue miel sobre hojuelas, cuando los ejidatarios se dieron cuenta de que
su bosque estaba desapareciendo, tuvieron que ponerse la camiseta de
protectores y con sus propios recursos económicos iniciaron a reforestar.
En
épocas pasadas no existían apoyos estatales ni federales como los que ahora se
otorgan. Entonces la mano de obra y el transporte para el traslado de los
jornaleros y los árboles, salió de sus propios bolsillos y, en ocasiones, no
había pago para la realización de las faenas que duran dos días. Sin embargo,
la gente se entregaba al trabajo para recuperar su área verde.
Extracto del libro Madera de Campeones, Comunidades Forestales
del Estado de México
Capítulo 2 Retoños, texto: Jimena González.